jueves, 28 de abril de 2016

Leyendo "La conjura de los necios" de John Kennedy Toole

Libro conocido por su calidad y por cómo llegó a publicarse, gracias a una madre-coraje que buscó editor con su hijo, el autor, ya fallecido. Concretamente, se había suicidado en 1969 a los 31 años, después de recibir el rechazo de varias editoriales. Tuvo que ser por la insistencia de su madre que acabara publicándose en 1980, cuando ella contaba con 79 años. Quién habría dicho al pobre John Kennedy Toole o a las editoriales que lo rechazaron que La conjura de los necios terminaría vendiendo millones de ejemplares y se convertiría en un clásico contemporáneo, Premio Pulitzer de ficción en 1981.

Puede simplemente que no la ofreciera en el momento adecuado, eran los años de la guerra fría y en Estados Unidos todavía se tachaba de comunista al que criticara el estilo de vida americano. El propio John Kennedy Toole era expulsado de su trabajo como profesor por sus atrevidas diatribas durante las clases. Y el editor que trataba de reconducir su novela hasta finalmente rechazársela no era un cualquiera sino Robert Gottlieb, todo un referente. Entre unas cosas y otras, John comenzó a aumentar de peso, a sufrir paranoias e incluso a hablar y comportarse como Ignatius J. Reilly, el personaje protagonista de La conjura de los necios.

Es cierto que el libro tiene un tinte de crítica político-social, pero muy por encima de ello destaca la comedia, el estilo satírico, la historia disparatada e hilarante que aglutina un carnaval de personajes. Hay quien podría pensar que se trata de un chiste de los largos. Eso sí, extraordinariamente escrito. Y sobre todo es extraordinario por su personaje principal, encumbrado por méritos propios al Olimpo de los caracteres literarios de siempre.

“Sólo me relaciono con mis iguales, y como no tengo iguales, no me relaciono con nadie”. Así se define el protagonista, Ignatius J. Reilly, y tiene razón, es inigualable. Está magistralmente caracterizado. Y tiene voz propia, vaya que sí. Es cualquier cosa menos un personaje plano. Y es muchas cosas a la vez, rico en matices. Yo me he permitido ir apuntando todos los calificativos que me surgían según lo iba conociendo. Son unos cuantos. Voy a transcribirlos todos para dar una idea de la dimensión estratosférica de Ignatius J. Reilly: Aprensivo, escrupuloso, altivo, enmadrado, glotón, vago, excéntrico, desmedido, caprichoso, maniático, redicho, charlatán, egoísta, aprovechado, infantil, irresponsable, faltón, impertinente, cultureta, remilgado, exquisito, temeroso, agorero, comodón, escaqueado, obeso, enfermizo, conservador, dictatorial, inconsciente, fanfarrón, plomazo, protestón, ofensivo, teatrero, cochino, débil, cutre (recuerda por momentos al Torrente de Santiago Segura en versión intelectual), desconsiderado, acusica, hipocondríaco, victimista, con ínfulas y una visión tan sobrevalorada de sí mismo como negativa del resto, irrespetuoso, criticón, fantasea con animales, despreciable, cuentista… Además de estrafalario, grandilocuente, delirante, inadaptado e insufrible. Ahí queda eso.

Obviamente hablamos de un antihéroe, del que Walker Percy, su descubridor, dice en el prólogo que está “en rebelión violenta contra la era moderna”. Por eso no es de extrañar que se le haya comparado con el más ilustre personaje de las letras castellanas: don Quijote. Sí, aunque no tenga nada de caballero este don Quijote adiposo, hay evidentes paralelismos: los delirios derivados de su personalísima visión del mundo, la arrogancia con la que se desmarca de la vulgaridad que le acecha y la incomprensión que le rodea, el patetismo de sus “hazañas”, la defensa de valores ya obsoletos, el ideal utópico, la comicidad de su camino hacia la nada… Para colmo, va pertrechado en su particular cruzada con una gorra de cazador con orejeras, que equivaldría a la bacía de barbero, y con un alfanje de juguete, que sería la lanza. Existe una estatua que le rinde homenaje en Nueva Orleans, la ciudad donde se desarrolla la historia.

Así mismo, también hay similitudes entre Ignatius J. Reilly y... (pincha aquí para ver el texto completo y seguir leyendo)


© Ricardo Guadalupe

6 comentarios:

Avelina Chinchilla dijo...

Hola:
Siempre da gusto conocer gente a la que le gusta leer. Me acabo de suscribir a tu blog. Te dejo el enlace del mío por si quieres hacer lo mismo.
un saludo
http://lalunaenagosto.blogspot.com.es/

Juan Carlos dijo...

Llegó hasta tu blog gracias a tu email. Un placer conocerte. He leído esta reseña sobre "La conjura de los necios" y me ha gustado. A partir de este momento te sigo y tú, si lo deseas, puedes pasarte por mi blog y hacerlo.

Un abrazo

Gustavo Bibbins dijo...

Hola
El manuscrito parece muy prometedor y más enfático su singularidad por la naturaleza de su escritor y su lamentable fin. Prometo leerlo cuanto antes. Gracias por compartir la crítica.

Saludos

Javier Rubén Huertas dijo...

qué reseña más estupenda. me han entrado ganas de leerlo por tercera vez. saludos

Olgui dijo...

Símplenete magistral. No lo he leído aunque mañana mismo lo saco de la biblio. Los adjetivos con Los que has descrito al personaje, me recuerdan y mucho a alguien a quién he tenido el penoso placer de conocer hace unos meses, aunque mi personaje no tiene nada de cómico. Un abrazo

Jose Antonio dijo...

Lamento discrepar, alguien tendrá que hacerlo, la conjura es un insulto a la inteligencia.
Un saludo