lunes, 8 de septiembre de 2014

Leyendo "La cámara de niebla" de Alfonso Xen Rabanal

El muro es la clave. “Este puto muro interno en el que me perdí durante años, no tenía otra opción, tenía que romperlo, no tenía otra manera, romperlo dentro de mí, con mis manos con mi cabeza, sin saber si saldría de ésta, no lo sé”. Para no ser otro ladrillo más en el muro, que diría Pink Floyd. Para no ser “ese que sólo podía relacionarse a través de un estado alterado de conciencia, pues hasta que nació ese personaje yo era un ser retraído, incapaz de hablar, expresar mis emociones, ese chaval gordito ultrasensible que se vio la película de El Muro de Pink Floyd más de cien veces…”. Y a fe que lo consiguió, hacer del dócil ladrillo un ladrillazo, o en todo caso una carga de dinamita en forma de libro para reventar el muro.

“Todo lo que aquí puedes leer es la construcción de un antivirus… un intento desesperado de reivindicarme en un mundo que siempre, hoy lo sé, me odió porque callaba”. “Ahora sé que llevo toda mi vida viviendo para los demás, dejándome para el final”. “Mirando fijamente a ningún sitio… como yo… mirando hacia dentro…”. Cuando un libro es tan bueno resulta muy fácil escribir una reseña, se explica solo, basta con transcribir una selección de sus caudalosas frases. El propio autor también recurre de cuando en cuando a frases de otros para apoyar su discurso, como esta de Fito: “Dejadme nacer, que me tengo que inventar, para hacerme ver, que empecé por las espinas…”.

Os habréis dado cuenta ya de que se trata de un libro iniciático, “una caída a mis infiernos y a la vez un canto de esperanza”, “para indagar en los pozos de mí mismo”, “buscando el pacto con mis sombras para eclosionar, avanzar…”. Así es como concibo yo el acto literario. Leer a Xen Rabanal es conocer aquello que hechizó a Kafka, Rilke, Flaubert y a todos los que se hayan entregado en cuerpo y alma a la tarea de escribir. “Es mi verdad… la única que tengo”. “Esta historia es mi deriva y todo, todo, ha de fluir…”. “A quien persigo es a mí y ahora no me voy a escapar”. O engarzando el autor una canción de Extremoduro: “prefiero vivir mi puta novela”.

La búsqueda de uno mismo, ni más ni menos, con sus tres preguntas. Quién soy: “esta novela… que trata de eso, de un proceso de individuación, de un diálogo sincero conmigo mismo”. De dónde vengo: “extraer del poso de millones de años aquello que ha de ser tu realidad”. A dónde voy: “esto ha sido una ascensión, que he de coronar yo solo, y a la vez un descenso, una caída libre hacia mis infiernos…”. Una catarsis que resume con estas palabras de Bertrand Russell: “Fue un tiempo de embriaguez intelectual. Mis sensaciones se parecían a las que se tienen después de escalar una montaña en la niebla cuando, al alcanzar la cima, la niebla de repente desaparece y se puede ver en cuarenta millas a la redonda”.

La niebla, ahí tenemos uno de los leitmotiv que aporta Xen Rabanal y que señala ya desde el título del libro. Para él, esta es su definición de niebla: “el polvo del derrumbe en el paso que doy buscando la esencia”. Su inseparable compañera durante largo tiempo, “mirándome en un espejo de niebla que sólo devuelve de mí fragmentos oscuros…”. Pero después de la tempestad viene la resaca, el otro de sus principales leitmotiv. “Sólo a través de la resaca veo el camino entre la Niebla… […] más allá de las luces artificiales en la noche, relajado el instinto que te aboca hacia el abismo… Es como salir de una tumba”. Aunque nadie dijo que fuera pan comido. “Son los días más creativos… no lo discuto, no puedo discutirlo… Pero son los días contra los que lucho desde niño… los días de la autodestrucción…”. Y sin embargo... (pincha aquí para ver el texto completo y seguir leyendo)


© Ricardo Guadalupe

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