domingo, 27 de abril de 2014

Leyendo "El descrédito. Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline"

En 2011 el Gobierno de Francia despreció el cincuenta aniversario de la muerte de Louis-Ferdinand Céline omitiendo cualquier acto conmemorativo a su figura. La razón: sus panfletos antisemitas, anteriores a la Segunda Guerra Mundial, y su colaboracionismo con la Francia de Vichy. Para repararlo, se supone, Ediciones Lupercalia reunió en 2013 a veintiocho autores españoles en el libro El descrédito, que lleva por subtítulo Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline.

Y he dicho “se supone”, porque lo aparentemente nació como un modo de reivindicar a uno de los grandes escritores de la literatura universal se convierte en algunos casos en un linchamiento. Caso de uno de los autores, que directamente le llama “gilipollas”, o caso de Vila-Matas, propenso a disimular sus complejos con insultos, que le tilda de “cerdo repugnante”, añadiendo desatinos como que “su obra se limitó a llevar a sus máximos extremos la monstruosidad moral de nuestro siglo” o que “ese cerdo tiene sólo dos obras de altura”, refiriéndose a Viaje al fin de la noche y Muerte a crédito, olvidando, diría que por simple desconocimiento, principalmente obras como Guignol's Band, El puente de Londres o Semmelweiss.

Lamentablemente esa es la tónica de un libro que se centra en la mayor parte de sus páginas en los dichosos panfletos antisemitas y en las cloacas de las que Céline hablaba, pero sin hacer alusión alguna al espíritu de lucha con el que zarandeaba al lector para salir de las mismas.

En cambio, de repente, en la página 140, perdida ya toda esperanza, una luz, un texto que por sí solo da valor a la travesía en el desierto y a la adquisición del libro, puesto que Carlos Salcedo Odklas, en Viaje a ninguna parte, trae a la vida a Céline, primero literariamente, a través de su estilo, lo que no quisieron o no pudieron hacer los otros autores, y después con un análisis que hace justicia al escritor francés: “su manera de escribir, sincera hasta el extremo, sin ocultar nada de su visión del mundo, […] pionero del lenguaje soez y realista, de la jerga de la calle, han influido enormemente en la literatura posterior”. Para coronar por último el texto con una crítica social, algo imprescindible en cualquier escritor que se precie de serlo dados los tiempos que corren: “Nuestro ilustre presidente, esa jodida marioneta gangosa, […] está haciendo todo lo posible por llevar a su pueblo a la esclavitud absoluta […] con el terreno allanado por la política de haber transformado a la sociedad, ausente como dije de disciplina y fortaleza, en un rebaño dócil y completamente maleable”. Y sigue, no tiene desperdicio el párrafo, aunque por su extensión mejor emplazaros al libro.

Casualmente –es un decir, no creo en la casualidad–, Carlos Salcedo Odklas dedica su texto a Alfonso Xen Rabanal, justo el autor responsable, unas páginas más adelante, del otro tsunami que va a romper las tranquilas aguas del libro. No en vano Salcedo Odklas dice de él, con respecto a Céline, que es “su discípulo más aventajado dentro de nuestra narrativa underground actual”. Y cuánta razón tiene, Xan Rabanal va a imprimir en su texto el ritmo frenético de la metralla, agujeros de bala en forma de letras. Todo el cuerpo del lector se va a ver convulsionado por una música del rap, por un fraseo urbano y directo que no hace prisioneros. Demostrando además su hondo conocimiento sobre la vida y obra del autor de Viaje al fin de la noche, citándole con una frase que para mí es el punto de partida fundamental para abordarlo: “anarquista soy, he sido, sigo siendo”. Chapó.

Y qué rescatar del resto del libro, una vez destacados sus dos principales y prácticamente únicos valedores, pues el texto No hay tregua para los malditos, en el que José Ángel Barrueco perfila con un honesto análisis la animadversión que persigue a Céline: “creo que a esa sociedad dispuesta a poner etiquetas y a atribuir culpas y castigos, lo que más le dolió, le sigue doliendo, no es que Céline escribiera panfletos, sino su condición de rebelde, de provocador que no baja la cabeza, que no agacha el lomo, que no cae en el servilismo”. Y lo culmina escribiendo: “Lo intuyó, lo supo, sabía que no hay descanso para quienes son como él. Esperemos que, algún día, le alcance la tregua. Lo escribió en la cárcel: «Hay que luchar contra la desgracia con la misma rabia que ella hasta cansarla»”. Amén.

Sacudiendo El descrédito salen huyendo también frases de otros autores hacia el crédito de Céline: “en sus novelas no hay ni un ápice de antisemitismo”, “va construyendo un discurso vivamente antibelicista”, “un alivio encontrarse con ese cinismo vitalista”… Hasta el que le llama “gilipollas” se rinde a “su energía narrativa, por su descarnación (o si se prefiere, encarnizamiento) a la hora de novelar”.

Aún quedan muchas cuentas por saldar con Louis-Ferdinand Céline.


© Ricardo Guadalupe

1 comentario:

Vicente Muñoz Álvarez dijo...

Gracias por la reseña, la he subido al blog del libro:

http://eldescreditoviajes.blogspot.com.es/2014/04/leyendo-el-decredito-viajes-narrativos.html

Salud

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