viernes, 8 de febrero de 2013

Leyendo "La ciudad feliz" de Elvira Navarro

Cuando tengo que empezar por justificarme mal asunto. Porque suena a justificación el que introduzca la reseña diciendo que La ciudad feliz fue premiada por una prestigiosa página de crítica literaria como uno de los mejores libros publicados en 2009, junto a, por ejemplo, El viajero del siglo. También parezco estar dando explicaciones si os digo que la autora, Elvira Navarro, disfrutó de una beca de creación en la selecta Residencia de Estudiantes de Madrid entre 2005 y 2008. O que su blog, dedicado a la periferia madrileña, es uno de los más interesantes y fascinantes que yo haya podido visitar.

Pero dicho todo esto, con apariencia de confesión para mi descargo, debo ir al grano a continuación y concluir en que la novela me ha decepcionado.

La he llamado novela y no lo es. Son dos cuentos largos. Dos historias que nada tienen que ver entre sí. Me sorprende que aceptaran este libro en un premio de novela y que además lo ganara: La ciudad feliz fue Premio Jaén de Novela. De nuevo me veo dando la impresión de estar justificándome.

El hecho es que no he marcado ninguna página. Tampoco he subrayado frase alguna.

Sin embargo sí que he buscado nexos de unión entre los dos cuentos, y haberlos haylos, aunque sea de modo precario. Los dos protagonistas son niños, los dos niños viven en Valencia y se conocen entre sí, los dos niños que viven en Valencia y se conocen entre sí hacen distintos reproches a sus respectivos padres. Punto. Se acabaron las conexiones. Por no coincidir no coinciden ni en el tipo de narrador, en tercera persona en el primer cuento y en primera en el segundo.

Pero hay una diferencia mucho mayor entre ambos cuentos, que es su calidad. El segundo, titulado La orilla, posee un marcado pulso literario, no así el primero, de nombre Historia del restaurante chino Ciudad feliz.

La buena noticia entonces es la segunda mitad del libro, La orilla, un cuento que transmite con talento la atracción por lo prohibido y lo desconocido que siente una niña. Causa turbación seguir los cambios que vive la pequeña, seducida por el barrio chino y en concreto por uno de sus habitantes. Está muy bien llevado.

Y estoy convencido de que fue escrito antes que el otro, que se diría que es de relleno. Quizás hablar del barrio chino creara en la inventiva de la autora un nuevo personaje, el niño chino que después se convertiría en el protagonista del cuento de nombre tan largo, el de la primera mitad del libro. Podría ser. Sea como fuere se trató de una idea feliz, porque a pesar de la masiva presencia en nuestro país de inmigrantes procedentes del gigante asiático, es difícil encontrar reflejo de esa realidad en la literatura española. Pero la mala noticia es que la originalidad de la idea no se vio correspondida con una redacción cuidada y atractiva, sino más bien al contrario.

En este cuento el tema central es la obsesión por el dinero en una familia trabajadora. Lo que les cuesta ganarlo y las privaciones a las que se someten para ahorrar en gastos. Además de los conflictos que ello provoca entre sus miembros. La vida misma. Sólo que agravada por su condición de inmigrantes, a la que se suma un origen que no está a la vuelta de la esquina precisamente, por algo se le denomina Lejano Oriente.

Chi-Huei, el niño desde cuyo punto de vista se cuenta la historia, está en manos de sus mayores, a verlas venir. La identificación con él es plena, los lectores estamos igualmente a verlas venir, en manos del narrador. Lo que ocurre es que llega un momento que ni el niño ni el lector guardan esperanzas por lo que está por venir. La ciudad feliz es tan triste para uno como para otro.

Quedémonos con La orilla. Y ahí sí, sentémonos y dejemos que suba la marea.


© Ricardo Guadalupe

1 comentario:

Ginés J. Vera dijo...

Vaya, con esta tarjeta de visita no sé yo si animas o no a que la gente se acerque a la librería... acaso más a una biblioteca, por eso de las segundas partes (que en este caso, si semejan mejores). En todo caso felicitarte por el valor de expresar con sinceridad tu opinión, respecto al libro y al merecimiento del premio. De 'premios literarios' mejor ni hablemos. Un saludo.